domingo, 26 de septiembre de 2010

CRÓNICA DEL SHOW DE PAULA SHOCRON Y PABLO PUNTORIERO


Un recital no comienza en uno desde que suenan los intrumentos, sino desde que siente que empezó el transe en su interior. En la siguiente crónica explicaremos como la velada de Jazz que dieron Paula Shocron y Pablo Puntoriero en Notorious, sirvieron de recepción de calor, alegría, emoción y por sobre todas las cosas, placer sonoro y visual. El Jazz en su máxima dimensión.

La noche no se cubría de frío pero tampoco ahogaba el calor. La suave brisa que corría por los alrededores hacía notar una noche de esas en que participa el clima meteorológico. Claro, el Jazz no se nutre fácilmente de instrumentos, sino que tienen que existir múltiples detalles para que la noche sea casi perfecta, porque la perfección para el cronista no existe…


A las 20:00 hs el juego comenzó. Más precisamente a las 19:50, en la estación de Adrogué, empezó el viaje hacia el lugar de destino. Dentro del tren uno puede ver miles de historias: Tristes, alegres, felices y lamentables. Para el que escribe esta nota hay muchas cosas que odia y lo enfurecen. Para los que están leyendo seguramente también. La música a muy alto volumen es común en cualquier recital, casa, fiesta o momento en que uno desee escucharla así. Pero el Reggaeton, el Reggae, la Cumbia o el tema de moda lo sacuden los oídos, no solo por escuchar música que a uno lo desagrada, sino que el respeto queda fuera de lugar para alguien que quiere viajar tranquilo y sereno. ¿La perfección no se concreta por esto? Nadie sabe, pero el cronista sabía que en una hora y media estaba por vivir todo lo contrario a lo que pasaba en el transporte público.
Las combinaciones se hicieron presentes y el subte formó parte de ella. A las 20:44, la Avenida Callao estaba casi desierta en sus veredas, pero repleta de autos en las calles. El sábado genera cosas especiales en la gente, Capital Federal también. Al llegar a Notorious se observaba desde afuera una simple disquerías. Al entrar, las bateas se ocupaban de venderle a los presentes clásicos de Jazz, Blues, Rock, Folclore y hasta películas en Dvds. Al abrir una cortina, la magia nació.


El lugar ocupaba una barra, 31 mesas que se cubrían por manteles blancos que apoyaban una vela y a un costado se encontraban un piano y dos saxos. Para aquel entonces, a las 21:30, solamente había siete mesas ocupadas. Una de ellas era de Paula Shocron y Pablo Puntoriero, que junto a los dos camarógrafos, se deleitaban con una tabla de quesos y fiambres para consumir el tiempo y alimentar sus estómagos.
Al pasar los minutos el lugar empezó a llenarse. En su mayorías parejas que estaban presentes no solo para probar la comida del Restaurante sino para escuchar Jazz en un ambiente delicioso. Entre ellos se encontraba una mujer de unos 40 años, demasiado seductora que para el cronista sirvió de entretenimiento antes del show. Sus miradas, las piernas cruzadas, su pelo morocho suelto y su sonrisa perfecta no solo creaban estímulos para el único periodista que estaba allí presente, sino que los empleados del lugar también disfrutaban de tal maravilla. Tranquilamente podría ser la distracción principal del piano y los saxos que estaban esperando ser tocados, pero en estos casos la música puede más.



A las 22:13 las luces se apagaron. También las del patio exterior que sirvieron de espera de un grupo de jóvenes que sintieron el sabor de sus cigarrillos preferidos minutos antes del comienzo. Solamente quedaron encendidas las velas y unas luces bajas apuntando a los músicos. Para ese entonces, el clima esperado se había cumplido. Paula Shocron, pianista y compositora, estaba con un vestido largo claro y una calza negra. Pablo Puntoriero, por su parte, se vestía de una camisa blanca y un jean marrón clarito. Era el comienzo del show, era el principio del Jazz.
El primer tema sonó inquietante. Paula, con sus teclas daba una atmósfera densa, pesada. Pablo, sin ninguno de sus saxos en acción, hacía sonar triángulos y varios artículos de percusión que prolijamente acompañaba la acción de su compañera. No por nada presentaban su disco grabado juntos llamado El Enigma. Tal cual se nombra su trabajo pasaba en Notorious. La voz no existe en este dúo, ni cantando ni tampoco hablando. Es tremendo verlos como se miran y se entienden de tal manera que no hace falta una sola palabra para seguir el curso del tema. Cuando le toca a Paula tocar sola, Pablo mira atento de brazos cruzados, y cuando Pablo hace sonar su saxo soprano en solitario, Paula en su silla mira detenidamente cada detalle musical de su compañero. Así se hablan, con la mirada.
Para el sexto tema apareció el saxo tenor. Ese instrumento que había sido visualizado durante largo rato era hora de ser escuchado. Pablo se lo calzó y dio inicio a unos sonidos en donde la relajación, sinceramente, se cagó de risa. No existe otra forma de explicar lo que cada presente estaba viviendo. Bastaba con afirmar los sentimientos del cronista mirando alrededor. Y sí. Las caras eran de alegría pero tranquilidad. Una sonrisa casi de orgasmo inquietaban en sus cuerpos, porque este tipo de música genera esto y mucho más.
A las 22:51 apareció el descanso. “Mi compañero se llama Pablo Puntoriero”, decía la morocha de blanco para dar inicio a los aplausos merecidos. “Mi nombre es Paula”, se presentó ella, casi vergonzoza, como suelen ser los músicos sin los instrumentos en sus manos. “Hacemos un parate de unos diez minutos para que puedan seguir comiendo algo y luego seguimos”, cerró la pianista para irse a tomar agua y hablar con sus amigas.
El receso sirvió como punto de partida de otra cerveza para el cronista, que disfrutó de la calida presencia de una brasilera denominada Esperanza, que el calor en su tono al hablar ayudó aún más al aire de noche-Jazz-placer-belleza-actitud que inundaba Notorious.
La segunda parte del show se hizo esperar, pero apareció 23 minutos después. El comienzo del quinto tema de la noche fue con Paula Shocron sola con su piano, volviendo a crear el ambiente que le tardó segundos en armar. Así de fácil se inicia todo devuelta si hay actitud, no solo de parte de los músicos, sino de los presentes. Estos últimos miraban atentos y la comida quedaba a un segundo lado, como si además escuchasen con la boca. ¿Por respeto a los músicos? Puede ser, pero no se trata solo de escucharlos, sino que sus miradas y movimientos que hacen dan placer, verdaderamente. Las cámaras apuntaban a ellos en una única posición. Pablo volvió a agarrar el saxo soprano y siguió el show junto a su compañera, que en tramos del show el pelo le tapaba completamente la cara, en claro goze musical.
El octavo y último tema terminó con los dos haciendo gritar sus instrumentos, sin salirse de la corrección y dejando encantado a las 31 mesas que estaban ocupadas y a las tres personas que estaban en la barra, entre ellas el cronista, que anunció la nota del show como una recepción de calor y placer, y gracias a Paula, Pablo y los presentes, así fue.


Jonatan Saiz

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